lunes, 17 de diciembre de 2012

BOLETIN DE NAVIDAD


PROPUESTA SENSATA PARA EL CONFLICTO CON NICARAGUA - Escrito por Julia María Gorricho


Miércoles, 28 de noviembre de 2012


Construcción Global de Paz II: Hora de hacer diplomacia ambiental en el Caribe


(*Este artículo fue publicado en el blog “Governance and Development” del Instituto de Estudios para el Desarrollo (IDS) de la Universidad de Sussex, Reino Unido)

 Por Julia Gorricho*

 Antonio Archbold, un viejo pescador de la Isla de Providencia en el Caribe, a quien conozco desde hace tiempo, se despertó, hace algunos días, sin mar. El 19 de noviembre, la Corte Internacional de Justicia (CIJ) dictaminó que desde ahora Nicaragua tiene derechos sobre una significativa porción del Mar Caribe que anteriormente pertenecía a Colombia.

La disputa sobre el límite marino entre Colombia y Nicaragua comienza en 1928, cuando ambos países firmaron el tratado Esguerra-Barcenas para definir las fronteras de su mar territorial. Este tratado establecía la soberanía de Colombia sobre las islas de San Andrés y Providencia. En 1980, Nicaragua unilateralmente anuló el acuerdo, argumentando que había sido firmado bajo presión de los Estados Unidos.

En 2001, Nicaragua sometió el caso a la CIJ.  Ahora la corte ha decidido que el grupo de islas en disputa pertenece a Colombia, pero trazó una nueva línea de demarcación a favor de Nicaragua en las aguas adyacentes.  El fallo de la CIJ es obligatorio y no tiene apelación.  Y así, Antonio y la comunidad local de este archipiélago perdieron a su querido mar.

 
Islas Colombianas sin mar

Perder un área casi igual al tamaño de Austria (aprox. 85.000 km2) tiene implicaciones enormes para el archipiélago Colombiano. Las comunidades locales, cuya subsistencia depende de la pesca en estas aguas, será claramente la más afectada.  Tradicionalmente, la pesca ha sido su principal medio de supervivencia.  Sencillamente, es parte esencial de la forma de vida en las islas.

Adicionalmente, pescar es una de las pocas actividades económicas lícitas en las islas.  El tráfico de drogas se ha convertido en un pilar de la economía en esta región, debido a su localización estratégica en las rutas marítimas de cocaína hacia Estados Unidos y por la falta de oportunidades económicas para los jóvenes isleños.

El impacto de la decisión de la CIJ será igualmente desastroso para los ecosistemas prístinos marinos.  Nicaragua ya ha manifestado públicamente sus planes para explorar petróleo en el lecho marino, en un área donde se encuentra el tercer arrecife coralino del mundo.  La protección y sostenibilidad de este arrecife coralino fue la razón principal de la UNESCO para designar, en el 2000, la Reserva de Biosfera Seaflower. Desde su inicio, la implementación de la reserva ha contado con el apoyo no solo de la comunidad local, sino también, de diversas organizaciones internacionales como el Programa Ambiental de las Naciones Unidas (UNEP), y Global Enviromental Facility (GEF).

 
Diplomacia ambiental: esencial para proteger los intereses de las comunidades de pescadores y el medio ambiente

 Colombia no esperaba que la CIJ fallara en la forma como lo hizo.  Poco tiempo después de conocer la decisión, el Presidente Santos, en compañía de la Ministra de Asuntos Exteriores, visitó las islas para reunirse con las autoridades locales y representantes de una comunidad local muy preocupada y desilusionada. Mientras tanto, en Bogotá el debate sobre el tema se tomó las agendas de los últimos días.  Desde la distancia, pareciera que el gobierno Colombiano aún no tiene una estrategia clara para resolver este grave problema.


¿Pero qué alternativas tiene realmente Colombia? Sugiero enfocarse en una estrategia de diplomacia ambiental rápida y efectiva, que apunte simultáneamente a tres frentes:

1.       Colombia debería llamar internacionalmente la atención al potencial impacto ambiental de la decisión de la CIJ sobre un ecosistema marino único.  Esta campaña global debe involucrar organizaciones internacionalmente reconocidas que en el pasado han apoyado los esfuerzos de conservación de Colombia, como por ejemplo The Prince´s International Sustainability Unit, GEF, the World Wildlife Fund (WWF), UNESCO, y Sea Shepherd.

2.       Colombia debería acercarse a Nicaragua en buenos términos y proponer la creación de un Parque Internacional de Paz. Estos Parques son áreas protegidas transfronterizas dedicadas no solo a la protección y mantenimiento de la diversidad biológica y los recursos culturales asociados, sino también a la promoción de paz y cooperación.  Este concepto ha sido adoptado exitosamente alrededor del mundo desde 1932, cuando el primer Parque de Paz fue declarado por Canadá y los Estados Unidos: Waterton Lakes Glacier International Peace Park. En América Latina un ejemplo exitoso es el Parque de Paz Cordillera del Cóndor. Fue establecido en 1998 entre Ecuador y Perú sobre la base de un tratado de paz que terminó un conflicto internacional corto pero sangriento y resolvió una disputa territorial larga.

3.       Ambos países deberían usar la amplia experiencia en la negociación de Parques de Paz de organizaciones tales como “South African Peace Park Foundation” y el “Institute for Enviromental Diplomacy and Security” para transformar la Reserva de Biosfera Seaflower en el primer Parque de Paz del Caribe. El objetivo sería establecer un régimen de manejo conjunto para el manejo sostenible y la conservación del área marina en disputa.  La participación de las comunidades locales es imperativa para devolverles su sentido de pertenencia.

Recordemos que los océanos, los arrecifes de coral y los recursos marinos no reconocen fronteras políticas.  Este hecho, así como, la necesidad de asegurar el acceso a los recursos marinos de las comunidades locales deberían ser las prioridades de Colombia y Nicaragua hacia el futuro.

*Julia Gorricho es estudiante de doctorado  en el Instituto de Política Forestal y Ambiental, Albert-Ludwigs-Universität Freiburg, Alemania.